martes, 10 de marzo de 2015

¿Estoy huyendo?

“En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios” (Jn 3, 19-21).

Pienso que este versículo del evangelio es, quizás, el que mejor explica lo que sucede en nuestro tiempo, a mis contemporáneos, a ti, amigo, y a mi mismo, cristiano.

¿Por qué este rechazo tan visceral a la Iglesia en mis contemporáneos? No me refiero sólo a los violentos y maleducados sino a esa alergia razonada y tolerante que excluye la propuesta cristiana a priori como vieja, pasada o irrelevante. Creo que mucho más allá de los escándalos de algunos sacerdotes o actitudes anti testimoniales de muchos cristianos hay algo más, algo interior en ese rechazo que supura en cada serie, en cada noticia sobre la Iglesia. La Iglesia predica la luz de la enseñanza de Cristo y Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. Es como la conciencia de la humanidad que repiquetea haciendo resonar en el exterior la voz de la conciencia interior que es algo mucho más profundo que lo que solemos llamar “mi conciencia” y que en realidad deberíamos llamar simplemente “mis opiniones o sentimientos acerca de la vida”. La conciencia está más al fondo. En la conciencia hay una Voz que a veces intentamos convencer pero se resiste. Otras veces simplemente queremos acallarla o ignorarla, o incluso anestesiarla con diversiones o sustancias adormecedoras. Para quien tiene esta actitud el juicio ya ha tenido lugar, ya está auto-condenado pues se auto-excluye de la luz y si cierra los ojos en esta vida con esa actitud permanece en ella (porque Dios no quiere destruir nuestra libertad de elección) eternamente. Si se percibe esta Luz como alguien que te juzga y condena inmediatamente es rechazado y sin embargo el fragmento del evangelio que te he citado dice antes Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo para salvarlo, pues no envió a su Hijo para condenarlo sino para que todos se salven por medio de la fe en El.
Muchos, como expresa la canción de Alejandro Sanz, buscan un amor que no les condene pero que tampoco les justifique hipócritamente sino que les muestre la verdad...


Sin embargo también en nuestro tiempo hay un gran número de personas (cada vez más, según las encuestas) que busca acercarse a la luz. Aunque algunas de sus obras sean malas quieren mejorar, aprender a actuar bien para ser felices, para encontrar paz, incluso muchos para sentir a Dios. Muchos no saben dónde buscar y lo hacen en el yoga, el reiki, los libros de auto-espiritualidad, pero todos estos métodos “espirituales” se caracterizan por justificar lo que uno ya hace, por eso son tan atractivos… y tan vacíos. Haciéndonos sentir tan cerca esa Mano que nos sostiene y sin embargo siendo incapaces de superar esa distancia tan infinita que nos separa de ella..."Close to home but so far away"





Por fin, un grupo más pequeño busca y encuentra. Y sin embargo aún habiendo encontrado la Luz verdadera para vivir, esta luz es exigente y cada ciertos pasos te obliga a decidir si seguirla o intentar “pactar” un punto medio con ella. Una y otra vez estamos en la disyuntiva de acercarnos a la Luz o huir de ella –aunque sea en aspectos puntuales: perdonar a esta persona, ser honesto con este tema del trabajo, vivir este aspecto de la sexualidad,…



Justamente por esto la vida es camino, nunca es estática, hasta que lleguemos al cielo. La vida es caminar con los ojos fijos en Aquel que inició y hoy va completando poco a poco nuestra fe: Cristo Jesús. Una y otra vez la invitación es: “mírale”. Mirar con fe a Cristo en la cruz, a Aquel que sabemos que ha vencido el mal entrando El mismo hasta el fondo de ese mal, nos llena de esperanza en cualquier situación por muy mala o adversa o incluso peligrosa que sea. No hay situación humana que El no haya asumido en su vida y pasión. No hay ningún problema que no se pueda convertir en oportunidad. Oportunidad para hacerme crecer en el amor, para unirme a su lucha contra el mal del mundo, para desprenderme de lo que en realidad me sobra y me pesa, para quedarme con lo esencial… En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios… Solamente las obras “hechas en Dios” –aunque uno no tenga fe y no sepa que sus obras son “según el criterio de Dios”- solamente las obras del verdadero amor permanecen. El resto pasa y se lo llevan los tsunamis de la vida. Sin embargo las obras hechas “en verdad”, es decir, “en Dios”, permanecen y dan fruto. Ese hombre o mujer, creyente o aún no creyente, se acerca, está mucho más cerca de lo que piensa de la Luz, aunque paradójicamente quien así vive junto a la paz de su conciencia ve con claridad todo lo que le falta de amor, de paciencia, de misericordia y su actitud siempre es humilde, como dice la Escritura “tienen un corazón quebrantado y humilde”. Ese corazón del que está enamorado el Señor, aunque él o ella aún no lo sepa pues “El derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”. 


Hoy sigue ocurriendo y mientras vemos subir a los que hoy están de moda por un lado y caer a los que ayer eran poderosos por el otro, los humildes de todos los tiempos permanecen firmes en su sencillo y penoso caminito hacia la cumbre, camino que a veces se hace costoso pero que es el único que merece la pena, porque es la Verdad de la vida.